La industria del Cannabis se ha tomado la atención del mundo en los últimos años, y no es para menos, ya que en la actualidad más de 40 países han aprobado su consumo ya sea para fines médicos o recreativos. Esta creciente aprobación de la planta y sus derivados a lo largo del planeta se debe a los recientes descubrimientos e investigaciones que demuestran la efectividad de ésta en los tratamientos contra patologías específicas como el cáncer, epilepsia, glaucoma, esclerosis múltiple, VIH/SIDA, entre otras más. A raíz de esto en 2020 la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas eliminó el cannabis de la Lista IV de la Convención Única de Estupefacientes de 1961, donde figuraba junto a opioides adictivos y letales como la heroína. En este blog se hablará de la industria del cannabis en Colombia y como debería plantearse la protección contra incendios en esta industria emergente.
En Estados Unidos, 36 de los 50 estados admiten el uso médico del Cannabis, se prevé que, con la creciente demanda y la expansión del mercado, irán en aumento en los próximos años. Países como Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú, México y Paraguay han regulado su uso médico y en otros el recreativo. Estos han abierto la posibilidad del acceso al cannabis con fines terapéuticos, sin embargo, algunas de estas regulaciones son bastante específicas, delimitadas y no aseguran el acceso a la población que los necesita, así como también no permiten que el mercado se expanda dentro y fuera de ellos.
En Colombia, desde el año 2017 con la Ley 1787 se aprobó el marco regulatorio que permite el acceso informado y seguro del cannabis con fines médicos y científicos y su posterior reglamentación con el Decreto 613 de 2017. Desde ese momento el país ha sido el centro de atención de inversionistas locales y extranjeros para participar en el sector a través de la solicitud de licencias de cultivo y transformación. Al día de hoy han sido aprobadas alrededor de 1.696 licencias para cultivo y 673 de transformación.
También hay que destacar que es un país con grandes ventajas que favorecen el cultivo de esta planta, como los bajos costos de mano de obra, las condiciones climáticas (ya que el crecimiento del cultivo se da en cualquier piso térmico del territorio, en cualquier época del año) y las horas de luminosidad diarias, además de la larga trayectoria y experiencia en los campos de la floricultura y la industria farmacéutica.
No obstante, existen retos importantes por cumplir, ya que días atrás el presidente de la República firmó el Decreto 811 de 2021, con el cual se aprueba la exportación de flor seca desde Colombia a zonas francas y al resto del mundo. Esto implica que la calidad de flor que se produzca en el país, debe cumplir con los más altos estándares de calidad y trazabilidad durante todos sus procesos de producción.
Para lograr esto, las compañías deben calificar sus operaciones de cultivo mediante varias certificaciones como GACP (Good Agricultural and Collection Practices) o CUMCS-GAP (Control Union Medical Cannabis Standard GAP), que para las áreas de cultivo o los invernaderos se exige el control completo sobre las variables que afectan el medio de cultivo, el diseño de los recursos para prevenir la contaminación, protección del cultivo de animales (mediante el diseño de una ventilación controlada y adecuada), la obtención de una calidad constante de las sustancias activas medicinales, entre otras.
El crecimiento del sector a nivel mundial es de vital importancia, pues debido a él, en Colombia se han determinado cuáles son los avances en los procesos de producción, transformación, comercialización, distribución y exportación; para ser la potencia que se proyecta en los próximos años, pero esto sólo será posible con regulaciones mucho más incluyentes y flexibles, en dónde los pacientes sean el pilar fundamental y el propósito único de la industria que está extendiendo sus cultivos a lo largo y ancho del país.
Por otra parte, la regulación contra incendios existente se remonta a Estados Unidos en el estado de Colorado en el 2016, luego de que la aprobación del uso de cannabis recreacional aumentara considerablemente la demanda. Esto llevó a un aumento de las plantas de cosecha y extracción de cannabis. Al principio fue una curva de aprendizaje para todos los entes involucrados (reguladores, ingenieros contra incendio, industriales) pues pasó de ser una industria que se manejaba en el mercado negro a la legalidad, lo que hacía que los empresarios no conocieran regulaciones de seguridad en la industria y los equipos y procesos fueran totalmente rústicos.
Como respuesta a este crecimiento de la industria y diferentes incidentes que se presentaron en el 2018, se incluyó un nuevo capítulo referente a la industria del cannabis en el Código de Incendios – NFPA 1 publicado por la Asociación Nacional Contra Incendios (NFPA por sus siglas en inglés). En los últimos años sin embargo se ha notado que esta industria es completamente única y por lo tanto no encaja del todo con los códigos existentes, por lo tanto, se aprobó la creación de la Norma Sobre Protección Contra Incendios de las Instalaciones de Cultivo y Procesamiento de Cannabis – NFPA 420.
Esta industria está en un proceso constante de innovación por lo que los procesos de cultivo y procesamiento varían altamente entre plantas de producción, lo que genera una barrera en el momento de crear una norma contra incendios estándar. Por lo tanto, se debe generar un análisis de riesgo de cada planta para evaluar los posibles peligros que se presentan. A pesar que las plantas no son una fuente alta de combustible, se debe considerar los adicionales, por ejemplo, los fertilizantes, fumigadores, productos de extracción, tipo de iluminación, distancia entre los cultivos. También se debe evaluar el tipo de equipos existentes en este tipo de industria y el doble uso que se le podría dar a los equipos de alta tecnología que usan para ventilación, enriquecimiento de CO2, sistemas de riego, entre otros.
Es importante que en Colombia se dé una unión de las partes interesadas, para empezar la curva de aprendizaje que se dio en Estados Unidos en el 2016. De esta manera, se permite el crecimiento de la industria de una forma segura. Por ejemplo, se debe considerar a los equipos de emergencia al momento de organizar las plantaciones pues estas tienden a ser un laberinto, y por ende en caso de incendio se toma una posición defensiva por parte de los bomberos, conteniendo el fuego, pero no controlándolo, lo que genera pérdidas totales. Por otro lado, empresas como Underwriters Labotatories, Inc. – UL han empezado a regular y certificar la maquinaria que se requiere en el proceso de extracción en la industria del cannabis. Sin embargo, como se comentó anteriormente es una industria altamente innovadora y por ende los procesos suelen variar entre compañías.
En conclusión, la industria del cannabis ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años ligado a la regulación por parte de los gobiernos. Al ser una industria emergente no cuenta con la regulación contra incendios usual, también tiene necesidades propias del cultivo y procesamiento por lo que no encaja en las normas prescriptivas actuales, es decir no encaja en una única casilla de clasificación de ocupación. Por ende, se debe llevar a cabo una evaluación del riesgo de manera singular, es decir aplicando un modelo por desempeño que permita evaluar de manera única los procesos y almacenamientos propios de esta industria.